jueves, 9 de septiembre de 2010

ARTE SURREALISTA

ARTE SURREALISTA

La compleja situación mundial que tenemos planteada, podríamos compararla a un enorme crucigrama, donde cada una de sus líneas, representa un infinito e intrincado laberinto, por donde deambulamos, desde hace muchos tiempos, sin encontrar ninguna salida.

Hemos de admitir, puesto que lo estamos experimentando individual y colectivamente, que el acertijo es de difícil solución. Los laberintos verticales se cruzan con los horizontales; en esas encrucijadas, convergen gentes que no saben dónde van, con otras que no saben de dónde vienen, o que supuestamente creen saber que lo saben. El problema no sería de mayor importancia, si el rompecabezas constara solamente de un par de líneas, pero resulta ser algo mucho más importante, el “diabólico” Su-Doku, consta de tantas líneas horizontales y verticales, como meridianos y paralelos se pueden encontrar en cualquier globo terráqueo escolar; los caóticos movimientos que se generan en esos cruces de caminos, podrían como mínimo regularse, si en esas intersecciones se dispusieran competentes Agentes de Circulación, para orientar a esas pobres gentes perdidas en la nada, en sustitución de la torpe e ineficaz “Gendarmería” existente, incapaz de regularse a sí misma.

Observemos la complejidad del problema; sí, decimos bien solamente observar, resultaría utópico pretender aportar momentáneamente alguna solución, porque dudamos que a corto ni a medio plazo (no estamos hablando de años, nos estamos refiriendo a generaciones), pueda solucionarse el crucigrama, sería un placer equivocarnos. Constatamos que en cada una de esas intersecciones, no faltan “carteles “que pretenden ser orientativos, para encaminar esas desorientadas muchedumbres, tales como: Catolicismo, Protestantismo, Islamismo, Judaísmo, Budismo, Confucionismo, Taoísmo, Animismo, Capitalismo, Intervencionismo, Sindicalismo, Cooperativismo, Liberalismo, Comunismo, Fascismo, Anarquismo, así como otro incalculable número de sub-indicadores, derivados y anexos de aquellos principales; se comprende perfectamente, la confusión de esas gentes en esos cruces de caminos, donde la proliferación de esa enorme cantidad de indicaciones, acaban por provocar un enorme desconcierto entre los caminantes en su errante andadura. Los mencionados indicadores, así como sus cientos de subproductos, se pueden englobar en tres principales grupos: Socio-económicos, políticos y religiosos. Si alguien pretendiera tan sólo, realizar un somero estudio, análisis o examen de todos ellos, labor prácticamente inacabable, acabaría sufriendo una segura paranoia; nos libramos de ella, si nuestro espíritu se encuentra ya alienado por alguna de esas directrices, y nos hace rechazar el resto, lo cual tampoco dejará de significar, que con esa postura dejemos de sufrir otra enajenación, posiblemente más perniciosa.

Continuando con nuestra disquisición, nos parece oportuno, insistir sobre la importancia que juegan en nuestra vida, los innumerables atavismos y costumbres de nuestras herencias culturales, que conforman básicamente nuestro pensamiento y formas de vida; costumbres y atavismos, adaptados individualmente, al personal ego de cada individuo; siendo así tan diversas, las interpretaciones y desarrollo de las arriba indicadas orientaciones, no es de extrañar el enorme confusionismo doctrinal existente, dentro de una misma sociedad, donde incluso, en el interior de ese núcleo, las disidencias y litigios se manifiesten en las pequeñas células que lo conforman, las familias. Lamentablemente comprobado, que esa es la situación reinante, dentro de cualquier pequeña o grande sociedad, se comprende perfectamente, el general caos en que se encuentra sumido nuestro planeta.

A pesar de ser verdaderos amantes del arte pictórico, acabamos de presentar un pobre y triste cuadro, nos cabe la disculpa, de que en su composición, no han dejado de intervenir, otros seis o siete mil millones de diletantes pintores surrealistas; abriguemos la esperanza, de que nuevas generaciones, adquieran superiores conocimientos, para que en un futuro lo menos lejano posible, puedan ofrecer al mundo una Obra más atractiva; para ello, será indispensable que las gentes descubramos nuestra verdadera condición humana, todavía próxima al primitivismo del “homo sapiens”, incluso en algunas facetas, habiendo involucionado con respecto a aquél. Ese indispensable descubrimiento, nos permitiría arrancar de cuajo, los falsos y erróneos “indicadores”, que encontramos en nuestro camino, que por tan equivocados senderos nos están conduciendo; la reinvención de esa nueva condición, nos habilitaría para sustituir nuestras caducas orientaciones, por un nuevo código doctrinal y moral, indiscutiblemente basado en cuatro primordiales y sencillos principios ,“Libertad, Igualdad, Fraternidad y Sentido Común”, al referirnos a fraternidad, no confundir con hermandad católica-protestante, sunita-chií, o algo semejante. El Código en cuestión resultaría ser tan simple, que sólo sería difícil su comprensión para mentes “ilustradas”, y que seguramente, no podrán reprimir una irónica y cínica sonrisa, al tomar conocimiento de nuestra sugerencia, sonrisa provocada, como auto- reflejo de su “especial” condición humana. Para la redacción de ese vital “Código Circulatorio”, bastaría que abriéramos bien nuestros ojos, para observar atentamente el firmamento, en una clara noche de luna nueva (lo más alejados posible de un centro urbano como Manhattan, u otras urbes de la misma índole, donde nuestra visión se vería confundida, por engañosas y abundantes galaxias de neón), para copiar de aquél, las impecables leyes que gobiernan el resto de la CREACIÓN, para aplicarlas sobre el cenagal, sobre el que nos revolcamos actualmente.

Admitimos sinceramente, no haber pecado de un exceso de originalidad, copiando aquella consigna, surgida a la puerta del Palacio de Versalles; nos disculpa la firme creencia, que para todo cambio social, es imprescindible la adopción, de aquellos tres básicos lemas revolucionarios, a los que desde siempre, y hasta nuestros tiempos, no hemos sabido complementar con su indispensable elemento catártico, el Sentido Común o La Razón, causa principal del fracaso de todos cambios sociales intentados, debido al inveterado defecto racional del ser humano, provocado por su indolencia y costumbrismo, que nos induce a aceptar y adoptar pensamientos ajenos, en lugar de exigirle un mínimo esfuerzo a nuestra consciencia, que nos habilitaría para desarrollar nuestra propia personalidad, y evitar vernos convertidos, en esclavos y juguetes de ideas ajenas, lo que unido, al intensivo cultivo de nuestras bajas pasiones, nos convierte en volubles y manipulables individuos, de difícil y polémico encaje en la sociedad, con frecuencia de extrema peligrosidad para la misma, donde paradójicamente, los más peligrosos no suelen ir armados.


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