MATERIALISMO Y ESPIRITUALISMO
De antemano queremos dejar bien sentado, que las reflexiones que vamos a tratar de desarrollar, sobre la condición humana referida al enunciado de nuestra página, se apoyan exclusivamente sobre un instintivo deseo de exponer nuestra personal percepción, acerca de los usos y costumbres, que acaban configurando el desarrollo de nuestras Culturas, especialmente la occidental, juzgándola a través de nuestra experiencia personal, junto a la observación de las generales conductas de nuestro prójimo.
Para enfocar nuestros comentarios, queremos resaltar que nuestra concepción de la Espiritualidad, está completamente alejada de todo dogma o doctrina, adoptado por cualquier tipo de religión o filosofía; ya que a nuestro entender, ese tipo de adopción espiritual, limita e impide elevar nuestro espíritu, por encima de aquellos límites que nos vienen marcados, por los estereotipados márgenes de los dogmas o enseñanzas que conforman esas filosofías o religiones, que constriñen y cercenan las posibilidades de un verdadero desarrollo espiritual personal, el cual bajo esas influencias, sufre una lastimosa desviación con la aceptación o adopción de creencias, tradiciones, normas y costumbres, que nos alejan más y más, de la posibilidad de un verdadero e ilimitado desarrollo espiritual personal. Para nosotros, los sentimientos y pensamientos que deben conducirnos a esa Espiritualidad, con su benéfica derivación moral, deben de estar exclusivamente guiados, por el libre albedrío de nuestra propia conciencia, guiados por la Inteligencia y la Razón con que viene adornado, elementos básicos para nuestro desarrollo cultural, y por ende espiritual o moral.
Es evidente, que a través de todos los tiempos, el incalculable número de doctrinas religiosas, principales fuentes de una supuesta espiritualidad, han creado y siguen creando una enorme confusión y controversia entre nuestras diferentes Civilizaciones. Aquellos desórdenes y enfrentamientos de antaño, pudieron estar justificados por el limitado conocimiento y base cultural de las gentes, lo cual facilitaba la manipulación de las mismas, pero resulta incompresible, que en los albores del siglo XXI, cuando el Conocimiento y la Cultura han alcanzado límites insospechados, el pueblo pueda ser manipulado con la misma facilidad como lo fue en aquellos tiempos, sin duda como producto de la nefasta influencia que sigue ejerciendo sobre el mismo, atávicas y obsoletas costumbres y creencias religiosas; aquello que en otros tiempos, pudo ser necesario para mantener a los pueblos dentro de un orden y concierto, desempeñando aquellas normas las funciones de un incipiente y rudimentario derecho civil, pero que actualmente aceptadas o adoptadas, significan la negación de nuestra Inteligencia o la aceptación de nuestra Ignorancia. Es verdaderamente incompresible, que para la casi totalidad de la Humanidad, la práctica y concepción de la Espiritualidad, se manifieste todavía bajo la forma de adoraciones, cultos, mitos y ritos paganos prehistóricos, que ridiculizan nuestra Inteligencia, ya que la expresión de esas manifestaciones, en forma de baños, inmersiones, aspersiones, fumatas, adoración de estatuas o imágenes, etc. etc., nada tienen que envidiar a lo que nosotros actualmente calificamos de chamanismo, animismo, iconismo, totemtismo, etc.
En base al Patrimonio Cultural del que puede actualmente disponer la Humanidad, más que anacrónico, resulta incomprensible e inaceptable, el enorme abismo que separa a nuestras principales Civilizaciones, distanciadas principalmente por la interpretación, que cada una de esas Civilizaciones hace respecto a aquellas antiguas normas morales, supuestamente emanadas de un Ente o Poder Superior, al cual se le rendía y se le continúa rindiendo culto, en cada una de las Civilizaciones existentes, provocando incongruentes confrontaciones entre ellas, y mucho más incomprensible cuando esos conflictos se manifiestan dentro de una misma Cultura, que lamentablemente van mucho más allá de simples discusiones de tipo doctrinal.
Hasta el precedente punto, hemos tratado de explicar de una forma objetiva y personal, lo que la mayoría de la Humanidad entiende por Espiritualidad o expresión de sus sentimientos religiosos, una conducta general, que individualmente para cada uno de sus practicantes, tiende a establecer un contacto o relación con un Ente o Poder Superior objeto de su adoración o culto, principalmente para el logro de supuestos beneficios materiales o morales; prácticas espirituales o religiosas, que lejos de desarrollar una verdadera Espiritualidad, nos mantienen encorsetados dentro de absurdas normas o conductas, que frenan y limitan el desarrollo de una verdadera Espiritualidad.
No es nuestro deseo establecer una polémica, con ningún practicante del incontable número de religiones y doctrinas existentes; deseamos únicamente exponer de forma objetiva, razonada y personal, lo que nosotros entendemos por Espiritualidad. Una definición o concepción de lo que nosotros entendemos por Espiritualidad, podría ser aquella del desarrollo de un sexto sentido, inherente a todo ser humano, que trasciende mucho más allá del Materialismo que consciente o inconscientemente nos domina. Podríamos definirlo como un tesoro escondido propiedad exclusiva de todo ser humano, que aun en el caso de descubrirlo, difícilmente sabemos explotarlo para beneficiarnos de él; en mayor o menor medida desarrollado, es un complemento indispensable, para saber y podernos integrar de forma armoniosa dentro de un Universal Concierto (con muchas y lógicas dificultades lo estamos intentando vanamente con Europa), del cual tan alejados estamos, convertidos en un integrante más de la manada, que sigue los pasos del congénere que le precede; faltos del desarrollo de ese sexto sentido, nuestra existencia se convierte en un continuo y decepcionante estado hedonista, esclavos de la materia que nos domina.
Sólo nos resta, tratar de explicar el método o forma, que personalmente concebimos y nos puede conducir a ese benéfico e indispensable estado espiritual, que puede y debe alcanza el ser humano, explotando ese tesoro que llevamos aparentemente escondido. Es evidente, que para empezar deberíamos inexcusablemente eliminar de nuestros usos y costumbres, el incontable número de paparruchadas, que por atavismos o herencias culturales, conforman nuestro actual “bagaje espiritual”; un espectacular ejemplo de ese patrimonio espiritual en nuestra Cultura Occidental, lo encontramos cuando masiva y gregariamente, nos concentramos a las puertas de nuestras ciudades, para ver aparecer al “supuesto representante” de aquel Ente o Poder Superior sobre la Tierra, montado sobre una “burrita” a prueba de misiles. Nos asalta una seria duda acerca de la misión de ese personaje, ¿creerá verdaderamente que actúa como representante de aquel Insondable Ente o Poder Superior?, si así fuera, es cuando definitivamente pensaríamos en la ridiculez de su doctrina y enseñanzas, y no menos en las manifestaciones de otros cientos, por no decir miles, de otras doctrinas o religiones, responsables del 50% de nuestros pasados y presentes problemas sociales y civiles; el 50% restante atribuyámoslo a una corrupta, demagógica e incompetente Política, plegada al Dios Mamón.
Después de erradicar totalmente aquellos equivocados usos y costumbres, es cuando nuestra Interioridad estará en disposición, para la búsqueda del maravilloso Tesoro que llevamos escondido, que inequívocamente puede conducirnos hacia una verdadera Espiritualidad, única vía para empezar a situarnos a la altura de Aquél o Aquello, Creador del Todo que contiene el Universo. Hemos de admitir que el camino a seguir para alcanzar esa Espiritualidad, que trasciende más allá de la Materia, Tiempo o Espacio, aun estando al alcance de cualquier humano, no es fácil su tránsito. El inicio de ese trayecto debería empezar por el reconocimiento de nuestra propia Interioridad, sabiendo que nuestros sentimientos y pensamientos emanan de dos compartimentos neuronales, completamente opuestos entre sí, generadores de la Positividad o Negatividad de aquéllas sensaciones, que acaban determinando nuestras conductas. Ese conocimiento nos permitirá reconocernos a nosotros mismos, punto cero para el inicio de un sacrificado, pero no complicado camino, siempre y cuando no violemos nuestra propia conciencia. Superada esa etapa, viene lo más abrupto del sendero, establecer una verdadera barrera entre aquellos dos compartimentos, de manera que podamos evitar cualquier interconexión o interferencia entre ellos, dando exclusiva preferencia a las sensaciones positivas, y tratar de eliminar totalmente las que pueden emanar del compartimento negativo. Ese estado psíquico alcanzado,es la única vía que nos puede conducir a una verdadera Moralidad o Espiritualidad. La humilde meditación será siempre, el vehículo más fiable para hacernos transitar ese recomendable camino, del que tan apartados andamos.
Lamentaríamos que la exposición de nuestros razonamientos, puedan ser interpretados como una mofa hacia usos y costumbres, que equivocadamente han sido adoptadas y aceptadas por la Humanidad, a lo largo de los siglos. Insistimos que tampoco queremos establecer ninguna clase de polémica, acerca de eso que nosotros estimamos constituye una lamentable desviación espiritual; todo es producto de nuestros personales sentimientos, que traducimos en los presentes pensamientos.
De antemano queremos dejar bien sentado, que las reflexiones que vamos a tratar de desarrollar, sobre la condición humana referida al enunciado de nuestra página, se apoyan exclusivamente sobre un instintivo deseo de exponer nuestra personal percepción, acerca de los usos y costumbres, que acaban configurando el desarrollo de nuestras Culturas, especialmente la occidental, juzgándola a través de nuestra experiencia personal, junto a la observación de las generales conductas de nuestro prójimo.
Para enfocar nuestros comentarios, queremos resaltar que nuestra concepción de la Espiritualidad, está completamente alejada de todo dogma o doctrina, adoptado por cualquier tipo de religión o filosofía; ya que a nuestro entender, ese tipo de adopción espiritual, limita e impide elevar nuestro espíritu, por encima de aquellos límites que nos vienen marcados, por los estereotipados márgenes de los dogmas o enseñanzas que conforman esas filosofías o religiones, que constriñen y cercenan las posibilidades de un verdadero desarrollo espiritual personal, el cual bajo esas influencias, sufre una lastimosa desviación con la aceptación o adopción de creencias, tradiciones, normas y costumbres, que nos alejan más y más, de la posibilidad de un verdadero e ilimitado desarrollo espiritual personal. Para nosotros, los sentimientos y pensamientos que deben conducirnos a esa Espiritualidad, con su benéfica derivación moral, deben de estar exclusivamente guiados, por el libre albedrío de nuestra propia conciencia, guiados por la Inteligencia y la Razón con que viene adornado, elementos básicos para nuestro desarrollo cultural, y por ende espiritual o moral.
Es evidente, que a través de todos los tiempos, el incalculable número de doctrinas religiosas, principales fuentes de una supuesta espiritualidad, han creado y siguen creando una enorme confusión y controversia entre nuestras diferentes Civilizaciones. Aquellos desórdenes y enfrentamientos de antaño, pudieron estar justificados por el limitado conocimiento y base cultural de las gentes, lo cual facilitaba la manipulación de las mismas, pero resulta incompresible, que en los albores del siglo XXI, cuando el Conocimiento y la Cultura han alcanzado límites insospechados, el pueblo pueda ser manipulado con la misma facilidad como lo fue en aquellos tiempos, sin duda como producto de la nefasta influencia que sigue ejerciendo sobre el mismo, atávicas y obsoletas costumbres y creencias religiosas; aquello que en otros tiempos, pudo ser necesario para mantener a los pueblos dentro de un orden y concierto, desempeñando aquellas normas las funciones de un incipiente y rudimentario derecho civil, pero que actualmente aceptadas o adoptadas, significan la negación de nuestra Inteligencia o la aceptación de nuestra Ignorancia. Es verdaderamente incompresible, que para la casi totalidad de la Humanidad, la práctica y concepción de la Espiritualidad, se manifieste todavía bajo la forma de adoraciones, cultos, mitos y ritos paganos prehistóricos, que ridiculizan nuestra Inteligencia, ya que la expresión de esas manifestaciones, en forma de baños, inmersiones, aspersiones, fumatas, adoración de estatuas o imágenes, etc. etc., nada tienen que envidiar a lo que nosotros actualmente calificamos de chamanismo, animismo, iconismo, totemtismo, etc.
En base al Patrimonio Cultural del que puede actualmente disponer la Humanidad, más que anacrónico, resulta incomprensible e inaceptable, el enorme abismo que separa a nuestras principales Civilizaciones, distanciadas principalmente por la interpretación, que cada una de esas Civilizaciones hace respecto a aquellas antiguas normas morales, supuestamente emanadas de un Ente o Poder Superior, al cual se le rendía y se le continúa rindiendo culto, en cada una de las Civilizaciones existentes, provocando incongruentes confrontaciones entre ellas, y mucho más incomprensible cuando esos conflictos se manifiestan dentro de una misma Cultura, que lamentablemente van mucho más allá de simples discusiones de tipo doctrinal.
Hasta el precedente punto, hemos tratado de explicar de una forma objetiva y personal, lo que la mayoría de la Humanidad entiende por Espiritualidad o expresión de sus sentimientos religiosos, una conducta general, que individualmente para cada uno de sus practicantes, tiende a establecer un contacto o relación con un Ente o Poder Superior objeto de su adoración o culto, principalmente para el logro de supuestos beneficios materiales o morales; prácticas espirituales o religiosas, que lejos de desarrollar una verdadera Espiritualidad, nos mantienen encorsetados dentro de absurdas normas o conductas, que frenan y limitan el desarrollo de una verdadera Espiritualidad.
No es nuestro deseo establecer una polémica, con ningún practicante del incontable número de religiones y doctrinas existentes; deseamos únicamente exponer de forma objetiva, razonada y personal, lo que nosotros entendemos por Espiritualidad. Una definición o concepción de lo que nosotros entendemos por Espiritualidad, podría ser aquella del desarrollo de un sexto sentido, inherente a todo ser humano, que trasciende mucho más allá del Materialismo que consciente o inconscientemente nos domina. Podríamos definirlo como un tesoro escondido propiedad exclusiva de todo ser humano, que aun en el caso de descubrirlo, difícilmente sabemos explotarlo para beneficiarnos de él; en mayor o menor medida desarrollado, es un complemento indispensable, para saber y podernos integrar de forma armoniosa dentro de un Universal Concierto (con muchas y lógicas dificultades lo estamos intentando vanamente con Europa), del cual tan alejados estamos, convertidos en un integrante más de la manada, que sigue los pasos del congénere que le precede; faltos del desarrollo de ese sexto sentido, nuestra existencia se convierte en un continuo y decepcionante estado hedonista, esclavos de la materia que nos domina.
Sólo nos resta, tratar de explicar el método o forma, que personalmente concebimos y nos puede conducir a ese benéfico e indispensable estado espiritual, que puede y debe alcanza el ser humano, explotando ese tesoro que llevamos aparentemente escondido. Es evidente, que para empezar deberíamos inexcusablemente eliminar de nuestros usos y costumbres, el incontable número de paparruchadas, que por atavismos o herencias culturales, conforman nuestro actual “bagaje espiritual”; un espectacular ejemplo de ese patrimonio espiritual en nuestra Cultura Occidental, lo encontramos cuando masiva y gregariamente, nos concentramos a las puertas de nuestras ciudades, para ver aparecer al “supuesto representante” de aquel Ente o Poder Superior sobre la Tierra, montado sobre una “burrita” a prueba de misiles. Nos asalta una seria duda acerca de la misión de ese personaje, ¿creerá verdaderamente que actúa como representante de aquel Insondable Ente o Poder Superior?, si así fuera, es cuando definitivamente pensaríamos en la ridiculez de su doctrina y enseñanzas, y no menos en las manifestaciones de otros cientos, por no decir miles, de otras doctrinas o religiones, responsables del 50% de nuestros pasados y presentes problemas sociales y civiles; el 50% restante atribuyámoslo a una corrupta, demagógica e incompetente Política, plegada al Dios Mamón.
Después de erradicar totalmente aquellos equivocados usos y costumbres, es cuando nuestra Interioridad estará en disposición, para la búsqueda del maravilloso Tesoro que llevamos escondido, que inequívocamente puede conducirnos hacia una verdadera Espiritualidad, única vía para empezar a situarnos a la altura de Aquél o Aquello, Creador del Todo que contiene el Universo. Hemos de admitir que el camino a seguir para alcanzar esa Espiritualidad, que trasciende más allá de la Materia, Tiempo o Espacio, aun estando al alcance de cualquier humano, no es fácil su tránsito. El inicio de ese trayecto debería empezar por el reconocimiento de nuestra propia Interioridad, sabiendo que nuestros sentimientos y pensamientos emanan de dos compartimentos neuronales, completamente opuestos entre sí, generadores de la Positividad o Negatividad de aquéllas sensaciones, que acaban determinando nuestras conductas. Ese conocimiento nos permitirá reconocernos a nosotros mismos, punto cero para el inicio de un sacrificado, pero no complicado camino, siempre y cuando no violemos nuestra propia conciencia. Superada esa etapa, viene lo más abrupto del sendero, establecer una verdadera barrera entre aquellos dos compartimentos, de manera que podamos evitar cualquier interconexión o interferencia entre ellos, dando exclusiva preferencia a las sensaciones positivas, y tratar de eliminar totalmente las que pueden emanar del compartimento negativo. Ese estado psíquico alcanzado,es la única vía que nos puede conducir a una verdadera Moralidad o Espiritualidad. La humilde meditación será siempre, el vehículo más fiable para hacernos transitar ese recomendable camino, del que tan apartados andamos.
Lamentaríamos que la exposición de nuestros razonamientos, puedan ser interpretados como una mofa hacia usos y costumbres, que equivocadamente han sido adoptadas y aceptadas por la Humanidad, a lo largo de los siglos. Insistimos que tampoco queremos establecer ninguna clase de polémica, acerca de eso que nosotros estimamos constituye una lamentable desviación espiritual; todo es producto de nuestros personales sentimientos, que traducimos en los presentes pensamientos.
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