CELIBATO
Transcurridos
5 años de este recuerdo relacionado con el escrito de Luis de Góngora, relativo
a la íntima relación del ·”Santo Inquisidor”, Jiménez de Reinoso con su
“supuesta amante”, María de Lara; sin recordar cuál fue mi ocurrente comentario
por aquellas fechas al respecto, quiero de nuevo aprovechar la ocasión que
Facebook me brinda rememorándome aquel recuerdo, para opinar de nuevo acerca de
ese tipo de relaciones, establecidas por compromisarios del celibato.
Para fijar
conceptos, he consultad el Diccionario de la Real Academia de la Lengua,
respecto al nombre celibato, escuetamente descrito como soltería; así como
también del adjetivo célibe, descrito como persona que no ha tomado el estado
de matrimonio; lógicamente, en un Estado laico como es el nuestro, sin hacer
referencia a ningún componente religioso católico apostólico y romano, cuyos
términos son obligatoriamente adoptados y aplicados por esa religión; un deber
en principio oficializado en el Segundo Concilio de Letrán 1139, impuesto en
base a la “omnisciencia” del Papado y su séquito, pero que si se indaga en el
libro de cabecera de esa Religión, La Biblia, por ninguna parte aparece la
obligación de adoptar ese estado célibe, de la parte de ninguno de sus
integrantes, contraria incluso al mandato divino, “creced y multiplicaros”,
mandato prácticamente innecesario, habida cuenta de la innata condición
fisiológica del ser humano.
Con todo lo
expuesto, llegamos a la conclusión de que el celibato adoptado por convicciones
personales ascéticas, monásticas u otras, deben ser respetadas, pero nunca
impuestas y aceptadas, ya que esa aceptación significa cercenar nuestro libre
albedrío, que nos coloca en una situación de seres inferiores, bien manifestada
esa inferioridad por el Inquisidor Jiménez de Reinoso, y tantos otros “santos
representantes” de esa Religión, que a partir de aquel Concilio de Letrán,
hasta nuestros días, han violado y continuarán hipócritamente violando, su
“omnisciente postulado”, hasta que no sean eliminado de su ideario religioso,
ese superfluo mandato.