UN VIVO RETRATO DE ESPAÑA 2ª EDICIÓN
Estimo necesario repetir
íntegramente mi página de fecha 31/03/2012, para pedir disculpas a quienes
hayan podido leer o interesarse por ella, debido al hecho de que al redactarla,
no dejé clara constancia de que las reflexiones señaladas al final del texto, “El triunfo de los mediocres”, de principio a
fin remarcado entre comillas, correspondían a mis propias opiniones
relacionadas con el mismo, totalmente desvinculadas de aquél. He creído
oportuno publicar esta nota aclaratoria, y repetir la edición de la primera
página, para descargar de cualquier responsabilidad al autor del mencionado
artículo, al tiempo que reitero mis
disculpas por el error cometido, al haber separado un texto del otro por un
simple trazo, esta vez con una nota introductora al mismo.
Hace escasos días, a través de un amigo me llegó una página,
de fuente desconocida, pero que sin duda su redactor, conoce y ha sabido
plasmar acertadamente, la realidad sociopolítica actual de nuestro país.
Personalmente considero el artículo de cierta profundidad, por lo que me
permito transcribirlo a continuación, ya que de él pueden extraerse reflexiones
y pensamientos de interés general, suficientes para el desarrollo de amplios
debates, sobre el contenido del mismo:
“El triunfo de los mediocres
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que
económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de
los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no
se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de
medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal
problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir,
para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país
mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la
mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena
que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos
creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más
populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina,
los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los
únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra
mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural
de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos
sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134
minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente
basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un
presidente que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre
política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su
sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de
víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su
sistema educativo trece veces en tres décadas hasta situar a sus
estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que
no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza
a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que
económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de
los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no
se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de
medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal
problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir,
para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país
mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la
mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena
que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos
creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más
populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina,
los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los
únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra
mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural
de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos
sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134
minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente
basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un
presidente que hablara inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre
política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su
sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de
víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su
sistema educativo trece veces en tres décadas hasta situar a sus
estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que
no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza
a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro que
sin embargo encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles
de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país
donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es
marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia
sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración
nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que
buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por
políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se
rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por
estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido fomentado celebrado el triunfo de
los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones:
marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la
mediocridad”
sin embargo encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles
de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país
donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es
marginada -cuando no robada impunemente- y la independencia
sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración
nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que
buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por
políticos que se insultan sin aportar una idea, por jefes que se
rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por
estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido fomentado celebrado el triunfo de
los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones:
marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la
mediocridad”
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A continuación creo
oportuno manifestar mis sinceras reflexiones, acerca del artículo que acabo de
transcribir:
Sin necesidad de
retrotraernos a nuestra Historia Antigua, simplemente partiendo del siglo XIX,
observamos que una cascada de ineptas monarquías, fugaces gobiernos, conflictos
sociales, revoluciones populares, guerras civiles, dictaduras, y
finalmente una monarquía, dictatorial y
anticonstitucionalmente reinstaurada, es el pobre bagaje sociopolítico que
España ha podido ofrecer al mundo, con sus continuas y graves consecuencias
socioeconómicas, que lamentablemente ¡y con
que intensidad! estamos soportando actualmente.
Nuestra íntima, sincera
y personal reflexión, respecto a nuestra actual mediocridad, nos la planteamos
con la siguiente pregunta, ¿Qué panorama podría ofrecer actualmente España al
mundo, si aquella brillante generación del 27, Vicente Aleixandre, Federico
García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Gerardo Diego, y tantos otros, no hubiera sido humillada, mutilada
y obligada a un destierro, por aquel infame y fascista golpe de estado militar,
burgués y clerical, apoyado por los poderes de HITLER y MUSOLINI, que acabó con
aquella incipiente República?. No ponemos en duda, que nuestra actual situación
podría ser bien diferente, con toda
seguridad en un aspecto cultural; en vertientes políticas, sociales y
económicas, más ruinosas que las que sufrimos actualmente, indiscutiblemente tampoco
podrían serlo.
La precedente pregunta,
podría darnos base para enormes debates, pero de algo estamos personalmente
harto convencidos, y es que nuestra lamentable situación política, económica y
social actual, no es otra que el resultado del ostracismo político, económico,
social y cultural, sufridos durante 40 largos años, de los cuales arrastramos
todavía rancios pensamientos y actitudes, que nos anclan todavía desde el punto
de vista político y social, en la triste situación de nuestra próxima pasada Historia.
¿Hasta cuándo seremos
capaces de soportar y resistir, este falso Sistema, político, económico y
social, que nos tiene robada nuestra Soberanía Popular, y con ella nuestra
Dignidad?, ¿Cuándo despertaremos de este profundo letargo, que nos tiene
sumidos en tan lamentable condición, esclavos de nuestra mediocridad?. Esta y
otras preguntas deberían ser motivo de sincera y seria reflexión, por parte de
toda la ciudadanía, sin distinción de clase, pensamiento o condición.
(Adjunta foto de algunos
de los miembros de la “Generación del 27”)
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