NAVIDAD
El día 25 de diciembre, en la casi totalidad del Mundo Occidental, es sin duda, la fiesta religiosa más importante de su calendario. Por antonomasia, representa la fecha de nacimiento del personaje principal de la religión cristiana. Con carácter oficial, no existe ningún documento, que certifique la fecha del 25 de diciembre del calendario gregoriano, como la fecha de nacimiento de Cristo. Las primeras versiones acerca de la fecha de nacimiento de Jesús, se sitúan en el año 200, cuando Clemente de Alejandría indica, que ciertos teólogos egipcios precisan la fecha del año 28 de César Augusto, y el día 20 de mayo del calendario gregoriano, correspondiente al día 25 del calendario copto. Desde esas primeras afirmaciones acerca de la fecha en cuestión, existen una infinidad de versiones, tanto religiosas como científicas, que intentan demostrar que el 25 de diciembre no se corresponde con la fecha de nacimiento de Cristo.
Respecto a la fecha en cuestión, dentro de la misma Iglesia Cristiana, con motivo de las escisiones protestantes, se llegó incluso a prohibir la celebración del día de nacimiento de Jesús, aunque paradójicamente el mismo Lutero continuó celebrándolo en la intimidad el día 25 de diciembre.
Con la pequeña reseña histórica, que dejamos descrita acerca del día de Navidad, nuestra intención no es otra, que manifestar nuestras dudas acerca del espíritu religioso de esa celebración, que ya nace asentada sobre inciertas bases. Nuestras primeras dudas, empiezan manifestándose precisamente, por el hecho de la adopción de una fecha desconocida, para celebrar la conmemoración del nacimiento de un personaje, que no está sustentada sobre ninguna base, digna de ser tenida en cuenta, sea de tipo religioso o científico; nuestras dudas aumentan, cuando observamos, que la celebración de esa Festividad religiosa, se ha secularizado de tal manera, que sólo la vemos impregnada de un puro espíritu mercantil y consumista, muy lejos de aquél, al que supuestamente debería estar ligada. Para colmo de nuestras dudas, hemos tenido ocasión de seguir casualmente, a través de TVE y durante escasos minutos, parte de la misa del Gallo, celebrada en la Basílica del Estado Vaticano, donde para nosotros, ha significado un desagradable espectáculo, presenciar la desmesurada ostentación y opulencia, así como la suntuosa y pomposa parafernalia de aquel entorno, conmemorando la celebración del nacimiento de un personaje, que pretendió dar un ejemplo de humildad, con su venida al mundo en aquel mísero lugar; miseria ocurrida hace aproximadamente dos milenios, y que actualmente se ve superada, por aquellos nacimientos, que tienen lugar sobre pateras a la deriva. Las comparaciones son odiosas, pero no podemos menos que formularlas.
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viernes, 24 de diciembre de 2010
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