INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO

INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO

“Una adolescente aborta en España cada media hora (RTE 24-09-2009, Teletexto)”

De acuerdo con la noticia de referencia y estableciendo un pequeño cálculo, el resultado nos muestra que cada día, 48 son las operaciones de interrupción del embarazo a que son intervenidas las adolescentes en nuestro país, 1440 cada mes, y 17280 cada año. Desde un punto de vista aritmético no dejan de ser cálculos infantiles, ahora bien, considerados bajo un punto de vista moral, tiene una importancia especial, mas si se tiene en cuenta la menoría de edad de la mujer.

El amplio y estéril debate político existente en nuestro país, acerca de este asunto, es lo que nos motiva a sincerarnos personalmente sobre un problema tan candente. En todo caso nuestro pensamiento y comentarios al respecto, están completamente apartados de cualquier influencia política o religiosa.

Socialmente, es la política la que trata de orientar y regular ese complicado proceso. Como de costumbre, en nuestro país existen dos corrientes políticas que tratan de imponer sus criterios, digamos una progresista que intenta liberalizarlo, y la conservadora que trata de frenar aquélla. Ambas corrientes esgrimen sus argumentos defendiendo sus respectivas posturas, por supuesto contrapuestas y muy respetadas por nosotros; ahora bien, existe un importantísimo punto que es común para ambas formaciones, se trata simplemente que, de las 17280 interrupciones del embarazo anuales, con toda probabilidad nos atrevemos a pronosticar, que de acuerdo con un general cálculo de probabilidades, la mitad de esos casos, pequeño porcentaje arriba o abajo, corresponde a cada una de esas dos formaciones políticas; luego, en ese caso la legislación al respecto, debería ser muy semejante para cualquier grupo político, excepto para aquél que crea estar en posesión exclusiva de un integral puritanismo moral.

Planteada la precedente ecuación social, cabe preguntarse cuál puede ser la solución final, que satisfaga a tiros y troyanos. De nuestra parte y con entera convicción nos inclinamos a creer, que la satisfactoria solución nunca nos llegará desde ningún partido político, ni facción religiosa; la solución de ese espinoso problema sólo nos puede llegar desde una personalísima educación moral y cultural, partiendo de la de los propios progenitores de esas niñas o niños, o muchachos y muchachas, faltos en la mayoría de los casos de una total falta del sentido de la responsabilidad. Hasta que desde la infancia, individual y colectivamente, el ser humano no se provea de ese conocimiento moral y cultural, que lo habilite para responsabilizarse de sus actos, podríamos asegurar que todas arengas tanto religiosas como políticas, sólo sirvan para crear más confusión al respecto. Mientras no sea aquélla la particular situación de nuestra Sociedad, sea cual sea la edad e inclinación política o religiosa de los gestantes del embarazo, mucho nos tememos, que a pesar de lo que legalmente pueda legislarse, sólo le quedará la irresponsable solución de acudir a alguna clínica londinense.



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